jueves, 15 de septiembre de 2011

Stigmatibus

Caín y Abel - William Blake


Hubo veces
en que quise
suicidarme un poco


también tomé
pedazos de vida ajena
y los maté
despacio / sin
gritos / sin
espanto

en la frente llevo
el estigma de Caín
mis manos 
crispan palabras

días y horas vidas
y muertes
me escapo hacia adelante
sin saber que no 
escapo


Sigfrido Quiróz


sábado, 3 de septiembre de 2011

Honestidad


Dejalo
lo complicado de ser
es que es
un juego sólo de niños
fácil


Pero no te preocupes 
demasiado 
de última
una bala siempre es honesta








Buscalo
lo elemental de dar
es que cuesta
encontrar lo oculto
que nunca damos

Y no hace falta
tanta metafísica
de última
una moneda siempre es honesta






Sigfrido Quiróz

martes, 16 de agosto de 2011

Isla

Fotografía Sigfrido Quiróz


Umbrío
luz de luna
como tajo

Canto noche de pájaro
sombra y alas
índice contra el cielo
de cometas dibujantes

Camino largo
hasta un punto blanco
y los pasos
los pasos pasos
buscando
siempre perdidos

piernas piernas
tierra seca
ávida
de mi sudestada
agua agua

Las manos
sobre todos los minutos
suplicando 
que no sea la mañana 
que no sea la ciudad

Sigfrido Quiróz

viernes, 29 de julio de 2011

Sobre Tigres azules - (Jorge Luis Borges)

Será que el tiempo no es continuo.  Será que tengo exacerbada la percepción de sus interrupciones.  Será que en otra vida fui Borges.

Que no soy el único que piensas estas cosas, lo sé.  Pero heme aquí, estoico y cabal, cabalgando la medianía con trote experto y buscando.
Eso.  B u s c a n d o
Y en una de sus interrupciones, el tiempo me choca con algo, en este caso TIGRES AZULES, un cuento publicado en 1978 en La Nacion bajo el título "El milagro perdido" y ahora reeditado por Emecé, junto a sus otros tres últimos cuentos.
Es fácil decir "es el mejor cuento de JLB que leí", pero eso no le haría justicia a mis entrañas, ni a las relecturas, ni al asombro.  Falaz e inexacto como soy, mi opinión sería un espejo erróneo, una balanza sin fiel.
Dejaré que hablen mi pecho y mi estómago, que no saben de renuncios y son creíbles aún cuando fallan.
El protagonista va en búsqueda de un tigre azul que ha sido avistado en el delta del Ganges.  El tigre está presente en la obra de Borges y me llama la atención eso, ya que me recuerda los paralelismos entre JLB y la mitología maya que me contó Alan Mills.  No dá con el  tigre, pero en su lugar encuentra unas atroces piedras azules (del mismo azul que el tigre que soñaba) que se reproducen y desaparecen azarosamente, contraviniendo las leyes elementales del universo.
Abrumado, al final pide se lo libere de esa carga y, para mostrar de la mejor manera lo excelso del cuento, transcribo el final. Huelga cualquier comentario.

"No dormí la noche del 10 de febrero. Al cabo de una caminata que me llevó hasta el alba; traspuse los portales de la mezquita de Vasircán. Era la hora en que la luz no ha rebelado aún los colores. No había un alma en el patio. Sin saber por qué, hundí las manos en el agua de la cisterna. Ya en el recinto, pensé que Dios y Alá son dos nombres de un solo ser inconcebible. Y le pedí en voz alta que me librara de mi carga. Inmóvil, aguardé una contestación.
No oí los pasos. Pero una voz cercana me dijo:
-He venido.
A mi lado estaba el mendigo. Descifré en el crepúsculo el turbante, los ojos apagados, la piel cetrina y la barba gris. No era muy alto.
Me tendió la mano y me dijo, siempre en voz baja:
-Una limosna, protector de los pobres.
Busqué y le respondí:
-No tengo una sola moneda.
-Tienes muchas-  Fue la contestación.
En mi bolsillo derecho estaban las piedras. Saqué una y la dejé caer en la mano hueca. No se oyó el menor ruido.
-Tienes que darme todas. -me dijo-. El que no o ha dado todo no ha dado nada.
Comprendí y le dije:
-Quiero decirte que mi limosna puede ser espantosa.
Me contestó:
-Acaso esa limosna es la única que puedo recibir. He pecado.
Dejé caer todas las piedras en la cóncava mano. Cayeron como en el fondo del mar; sin el rumor más leve.
Después me dijo:
-No sé aún cuál es tu limosna. Pero la mía es espantosa. Te quedas con los días y las noches; con la cordura, con los hábitos; con el mundo.
No oí los pasos del mendigo ciego. Ni lo vi perderse en el alba."

Sigfrido Quiróz
La ilustración es de William Blake, mencionada en el cuento.

jueves, 9 de junio de 2011

Ignacio Uranga - Ramalaje (Selección)



Ignacio Uranga (Bahía Blanca, 1982).  Publicó "El ella Real" (prologado por Daniel Freidemberg y que será reeditado por la editora Literal, de México), A-letheia (que será editado por Trilce, México, también con prólogo de D.Freidemberg y una contratapa de Roberto Echavarren y Juan Gelman y en la portada un cuadro pintado por Eduardo Del Estal).  Ramalaje será publicado próximamente.




Como un portazo, como un golpearse fuerte de
la puerta: eso que al parecer era la puerta y que
al cerrarse decididamente como una puerta con
violencia clausuró un espacio: lo que era, lo que
parecía ser aquel conjunto sólido, aquella masa
con la que estaba, con la que parecía estar dis-
puesto el cuadro del que incluso también yo era
parecía ser, parte: la pared, el piso mismo donde
estábamos, donde estuvimos, donde parecimos
estar de pie: me refiero a mí y a ese ella tan
ambiguo hoy, que antes identificaba con una voz
y unos ojos respectivos: ese complejo de datos
ese compuesto de materia al que aporté, lo confieso
más de la cuenta: más de mí que de vos, Caroline
y que di en llamar Caroline: este dispositivo absurdo
casi tan vacío como tus gestos de ternura: después
bajar los párpados, mis párpados bajados para que
lo compacto, lo homogéneo en apariencia, empezara
a resquebrajarse: esta torpeza tuya en el proceder
Caroline: tu optar por el mar cuando dijeron cáncer:
se dio vuelta, en efecto, el viento: nombrarte
intentar nombrar esa imagen sustitutiva y difusa

-=0=-

no diré: fluye suave hasta que mi canto finalice
ni veo el muro de Saint Magnus Martyr ostentar
su esplendor de blanco y oro jónicos: esto no es
el dulce Támesis: es Bahía Blanca, Buenos Aires:
una ría destruida por la zona petroquímica, y ahora
cáncer acá en los pulmones y asma en la infancia: da
la ría, sí, a la mar, pero ella misma también es el morir


-=0=-


todo construcción nuestro avistaje: tus ojos detenidos en
un trasfondo de fechas: el aspecto semántico fue mi praxis:
tus gestos desmedidos no en sí, sino en relación a mi historia:
articulabas entonces el amor, el odio sintácticamente: no pude
poner sentido a tu significante: ninguna hermenéutica sirvió
a la instancia mediadora: eras un texto opaco y no había algún
posible: ese claro abrasivo en tus palabras, ese discurso en tus
ojos de costado: y es que me di a la tarea de encontrarte, pero
era un pleno vacío, una inconsistencia sin reparo ni opción de
referencia: fue tan poca la simetría de tus tiempos: da que sentir
la madrugada: cae fuerte ahora mi parte de vos: tu pragmática
en cambio fue una luz irreversible: hace ruido en el chapaje
y juré sobre esta lluvia no volver a darte nombre, dejarte en
algo antes del lenguaje, en un mero ruido lingüístico-animal:


-=0=-


gente que espera, un mínimo decorado de plantas
revistas sobre el vidrio de la mesa, telas ajustadas
donde hubo cabello: pareciera el color un modo de
resistir al claro hospitalario: acorde a las paredes
hay también un hombre: no fue un mal sueño esto:
es la clínica y está de pie el oncólogo: C. P. : grado
cuatro: (en números) 4, (en letras) cuatro: no queda
ningún margen para interpretar: fue a quemarropa
sin clase alguna de piedad: fue todo miseria, de un
pleno vaciado afectivo: no habrá tampoco ningún
cuerpo azul, lleno de grasa y sangre llorando al ver
el mundo: 200 mg en píldora de una toma rasparon
el óvulo alojado: fue íntimamente abrasivo, a destajo:
en veinte milímetros anunciando el sonido algo como
etimológicamente una metáfora nuestro amor: va ella
ahora haciéndose hacia el mar, haciéndose a sí en su
hacerse hacia el mar, hacia la arena del centro turístico:
vendrá, Caroline, entonces la muerte y no tendrá tus ojos


-=0=-


tanto a lo real como al engaño, abiertamente receptivo:
detrás de la enramada ella: de blanco a media noche gira
de pies en punta, como si el fondo se mezclara: sonríe
va hacia el precipicio a pocos metros: es sin serlo: algo
en la mirada, el modo delicado: repito: iba yo embestido
por la fronda húmeda del trópico, sin embargo: era fuego
esa lluvia sulfurosa: el sol cayendo de a pedazos: repito:
se acercaba a la caída y era otra siendo ella: diseminaba
oscuros puntos sobre el aire y se alejaba: de sus manos
volaba al mundo esa horda negra: sin haber caído, a media
madrugada irrumpe un grito, devolviéndonos a otra faz:
Caroline diciendo: era vertical el mar inmenso y se venía:
– a lo largo de los años en sueños cada noche se repite –
un oleaje indetenible arrasaba en oscuro plenilunio, una
catástrofe masiva: ese mar que me llevaba y vos aparecías
entre paredes blancas diciendo de rodillas algo como “cáncer”


-=0=-


todo podría haber quedado sencillamente en el
blanco del comienzo: pero esta insistencia, este
filtrarse como en sueños: cada mundo posible de
mi lengua materna está comprometido: los motivos
fueron íntimamente personales: el hecho es que
fue nuestra la voluntad de traer hasta nosotros la
miseria más propia: a consciencia clara hicimos
esa basura de diciembre: y ahora este destello
Caroline, de luz irreversible: así en tu cielo como
en el mío hay pájaros repartiéndose, pero es cívico
el que habito y ninguna ave marina va a cruzarlo:
la verdad hoy son tus huellas, el agua que va leve
a morir en la costa: tu andar entonces es el reverso
la mitad del corazón que exige alejarse de noticias
en las que va a aparecer no sólo la palabra sino el
cáncer mismo, diseminado ya de los pulmones a
la totalidad del organismo: la otra mitad fue mera-
mente imaginaria: tu posibilidad fue sólo un centro
turístico: ciento veintiséis kilómetros al norte de la
clínica y ni una palabra para regresar de esa imagen


-=0=-


vuelvo a esta nueva foto tuya en la pantalla:
dura del último verano el bronceado todavía:
como el afuera, la sonrisa indiferente, ese
brillo en los ojos y tu boca despintada hablan
a las claras de un espacio de festejo: exceso de
alcohol sobre la sangre, a medio cerrar la camisa
y el deseo incontenible por que detrás la puerta
al evento de la noche finalmente sea abierta: bella
sí, alguna vez, pero tanto antes: como viendo en
el tiempo, doy con otra, donde leo en tu sillón
foto en la que no estás, en la que estás como
punto de mira en la captura tras el foco o la
lente que dispara a donde estoy, a donde estaba
o parecía estar: y ahora al verla de este lado
es decir al verme ahí mirándote en el disparo
hace de algún modo que te encuentre en el
que fui o parecí por ese instante, pero también
en el que soy ahora de este lado de la imagen
siendo vos que me miro al momento del destello


-=0=-


el sistema nervioso central no está desarrollado todavía:
todo es un estímulo, entonces: los cambios de luces, un
ruido cualquiera: lleva tiempo ese, como todo amor: baja
las defensas por las horas de descanso interrumpidas: abre
cada tres o cuatro horas sus pequeños ojos, así en la noche
como en el día: es constante la demanda: el calor y la sonrisa
de la madre: ha salido, ha visto luz no hace mucho: sólo espera
estar en brazos que lo cuiden cuando duerme: a deseo pleno
fue alojado con cuidados intensivos en la zona uterina: afuera
era fabricado internamente de modos sucesivos y cambiantes:
no otra cosa que llanto inicial lo que se esperaba: pero hubo la
desdicha, el desencuentro de las partes: acabarían libertades y
la estética del cuerpo se vería vulnerada: era entonces sólo un
sueño gastado en demasía: uno trabajaba insistiendo en pos de
bajarlo de lo onírico para traerlo hasta ellos: pero ella decidió
que no acaeciera, rasparlo todo en pastillas de una toma: es ahora
sólo parte del pasado de una de las partes: no más que una organo-
génesis arrancada a destajo, dejando dónde, dónde lo que antes
la habitaba: al despertarse: un aspersor frente a la camilla y un
hornillo: olor aséptico en la sala, manchas en los guantes sobre la
bandeja, y una bolsa en la que resulta extraño quepa una vida


-=0=-


no lo veo: esto sin embargo irá de todos modos de
lo invisible a lo palpable, inevitablemente: como re-
verso del engaño cotidiano entre el mundo y la palabra:
hace lo real en el ensueño su típica metástasis: no es
que el caso sea endémico, pero: en silencio se disipan
las células enfermas, y duele afuera casi tanto como
adentro: alguno de los nervios fue en su paso el viernes
tocado no sé bien si por el tubo o la droga intravenosa:
se hizo entonces palpable lo invisible: en varios modos
cursa el cáncer: como un ejército se propaga y va sitiando
en cada toma: esto que ahora veo no es ella: sin embargo
no he mojado ninguna magdalena y no hay té sobre la mesa:
tendido en sus brazos me veo escucharle sus palabras: está
contándome de nuevo esa historia navideña de un señor
que sin amor vivía y solamente contaba sus monedas: la veo
la veo ahora que dibuja en su dulcísima sonrisa la última
ternura al mundo: me veo viéndola reír riendo: la veo sonreír
a ella en mi sonrisa: nos veo unidos riendo una misma risa:
ahora está encendiéndome las velas, diciéndome que sople
que pida tres deseos y no los cuente nunca: ahora veo su
pañuelo blanco en mi nariz antes de la foto: no he soplado
no he podido todavía: están por suerte aún las velas encendidas:
que no te vayas, solo no me dejes o no soplo, ahora no te vayas



domingo, 8 de mayo de 2011

Malenita



Malenita by siqce

Malenita tenia los ojos esos que te lastiman cuando no los ves y yo tenía apenas trece años, demasiado pocos para que se creyera que era el hombre que pretendía.
Por eso me quedaron pocos caminos para deslumbrarla, y elegí mal.
Las casas despintadas del barrio, la cortada que llevaba a su casa, las glicinas sobre las rejas. El mercado adonde acompañaba a su madre por las tardes. La plaza donde jugabámos y nos imponíamos las reglas para crecer mirando a los más grandes, como si ellos entendieran.
Elegí que todo supiera que la quería. Y elegí eso porque ya no me importaba perder si no ganaba. Yo todavía no sabía qué cosa era un nihilista pero jamás lo fui tanto.
La desesperación de la esperanza.
La total entrega del que no sabe que no entrega nada.

Había una luna redonda y grande sobre el pasillo esa tarde, la ví desde la reja antes de salir hacia la plaza.

Ella se detuvo primero en mi pelo engominado, creo. Después se dió cuenta del traje, eso fue claro. Me quedaba un poco grande porque era de mi hermano de quince, su compañero de clase. Lo último que vió fueron las rosas, sueltas y sin moño. Miré el piso y repasé las palabras. Cuando levanté la vista, ella se había ido con sus amigas, por la calle Defensa. En un momento se dió vuelta y Malenita, la de los ojos que te lastiman cuando no los ves, me miró y sonrió.
Alrededor, todos los chicos se burlaban.
A mí qué me importaba, la luna redonda y grande se había mudado del pasillo hasta la plaza, y también me sonreía.

lunes, 18 de abril de 2011

Juguemos



Juguemos
a que estamos solos
vos y yo


A que entre tus pechos y mis manos
no habitan fantasmas
a que si te acaricio (como yo te acaricio)
te toco el alma
a que con mi esperma se me va la vida
y a que tus besos
me fagocitan el espíritu


Vení, dale,
juguemos
que tengo hastío de bacanales
y quiero estar
solo pero con alguien
aunque sea una vez
aunque sea
jugando


Me mata la curiosidad de saber
cómo se sobrevive a un momento semejante
a esa invasión devastadora
a la revelación inaudita
de verse el alma desnuda en otros ojos
por primera vez




Sigfrido Quiróz

lunes, 4 de abril de 2011

Tiempo de excusas

Odd Nerdrum


Camino mirando 
abajo
cualquier paso 
me acerca
y me aleja


Atrás 
quedó el tiempo de la
ilusión esa
mentira


Hoy es 
el tiempo 
de las excusas 






Sigfrido Quiróz

miércoles, 30 de marzo de 2011

UNA ELEGIA - Mirta Rosenberg


En la época de mi madre
las mujeres eran probables
Mi madre se sentaba junto a mi abuela
y las dos eran completamente de carne y hueso.


Yo soy apenas una secuela estable
de aquel exceso de realidad.


Y en la ansiedad del pasado indefinido,
en el aspecto durativo de elegir,
escribo ahora: una elegía.


En la época de mi madre
las mujeres eran perdurables,
completamente hueso y carne.
Mi madre se ponía el collar
de plata y de turquesas
que mi padre le había traído de Suecia
y se sentaba a la mesa como una especie exótica,
para que todo se volviera más grande que la vida,
y cualquier ficción fuera posible.


En la época de mi madre, las mujeres
era un quid: mi madre nos contó
a mi hermano y a mí: "cuando salía de la escuela,
iba a buscar a mi padre al trabajo,
en Santa Fe, y los compañeros le decían es un biscuit,
tu hija es un biscuit, y nunca supe qué querían decir,
qué era un biscuit", un bizcocho estando muy enferma,
una porcelana exquisita todavía para nosotros,
y mi hermano apurándola: "¿Y?"


No sé qué es un biscuit, ¿una especie exótica
algo de todos modos, especial? Igual
andaba delicadamente por la casa, rozando los ochenta
como se roza una herida
con una gasa.


En la época de mi madre
las mujeres eran muy visibles.
Mi madre se  miraba en los espejos
y yo no llegaba a abarcar
su imagen con mis ojos.  Me excedía,
la intuía a lo lejos como algo que se añora.


Como ahora,
una elegía.


A la criatura adorable
fijada en lo remoto de la foto,
que ya a los ocho año parecía
más grande que la vida: te extraño,
aunque no te conocía.  Eso fue antes
que a mí me dieras vida
en un tamaño apenas natural.


Igual,
una elegía.


Y a la otra de la foto que espero
conservar, la mujer bella que sostiene
el libro ante la hija de un año
en el engaño de la lectura:
te quiero por lo que dura, y es suficiente
leer en el presente, aunque se haya apagado
tu estrella.


Por ella,
una elegía.


Ahora soy la fotografía
y vos el líquido revelador.  Tu muerte
me convierte en yo: como una ciencia aplicada
soy la causa y el efecto,
el ensayo y el error, este vacío
de la nada que golpea mi corazón
como cáscara vacía.


Una elegía,
cada vez con más razón.


Mirta Rosenberg.(Rosario, 1951)
Realizó estudios de letras, Vive en Buenos Aires, donde se desempeña como traductora profesional.  Forma parte, desde su fundación, del consejo de dirección de la revista Diario de Poesía.  Es fundadora del sello editorial Bajo la Luna Nueva.  Es asesora de la Casa de la Poesía del Gobierno de Buenos Aires, donde coordinó el ciclo Los traidores, una clínica sobre traducción poética.  Ha recibido la beca Guggenheim de poesía y el Premio Konex de traducción.  Sus libros: Pasajes (1984), Madam (1988), Teoría sentimental (1994), El arte de perder (1998), El árbol de las palabras (2006).
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