miércoles, 24 de noviembre de 2010

Tres microrrelatos INEDITOS de Ana María Shua


Nació en Buenos Aires en 1951. Sus primeros poemas fueron publicados en El sol y yo. En 1980 ganó con Soy Paciente el pre mio de la editorial Losada. Sus otras novelas son Los amores de Lauri ta, (llevada al cine), El libro de los recuerdos (Beca Guggenheim), La muerte como efecto secundario (Premio Club de los Trece y Premio Municipal en novela) y El peso de la tentación, publicada en 2007. También ha escrito varias selecciones de cuentos, entre ellos Viajando se conoce gente. Sus cuatro libros de minificciones, género en el que ha obtenido amplio reconocimiento en el mundo de habla de hispana, son La sueñera, Casa de Geishas, Botánica del caos y Temporada de fantasmas. Obtuvo el Premio Municipal y el Diploma al Mérito Konex en cuento. Como autora de literatura infantil ha ganado premios nacionales e internacionales, entre ellos el del Banco del Libro en Venezuela y el White Raven, en Alemania. Algunos de sus libros han sido publicados en Brasil, España, Italia, Alemania, Corea y los Estados Unidos

La mujer que vuela
 - Puedo volar -dice la mujer. Se la ve grande y cansada. Fue bella.
- Trapecista. Una genial trapecista- entiende el director del circo.
            - No. Yo vuelo. De verdad
            - ¿Con cables invisibles? ¿Con un sistema de imanes, como el mago David Copperfield?
            - Usted no entiende. Como Súperman.
            La mujer alza el vuelo y da una vuelta completa alrededor de la carpa.
            - Una gran artista. Pero no es este su lugar, señora - el director es sincero y odia tener que rechazar a una gran artista. - Este es un modesto circo de minicuento. Estoy seguro de que tendrá más suerte en una novela de realismo mágico. 


Todo es relativo
            Todo es relativo. En mi planeta ganaba concursos de belleza, llegué a ser el equivalente de lo que Miss Universo es en la tierra. Aquí soy un fenómeno de circo, dice con tristeza la hembra de Alfa Centauri, sacudiendo sus apéndices vibrátiles. Total, quién puede desmentirla.  

La gitana
            No adivina el futuro. Lo ve, realmente lo ve, en forma de imágenes comparables a hologramas, en su bola de cristal. Son siempre retazos fútiles de la vida de sus clientes, pedazos de futuro irrelevantes pero muy claros, muy definidos. Los ve lavándose las manos en el baño de un café, tomando sol en una playa irreconocible, rascándose un pie, echando pimienta en un plato de sopa. La experiencia le ha enseñado a obtener ciertos datos útiles a partir de esas imágenes banales. Si los ve muy envejecidos, es que tendrán una larga vida. Ciertos detalles en la ropa o en la actividad que están realizando le permite pronosticarles buena fortuna. Pero sabe que también puede equivocarse mucho. Por ejemplo, una vez vio a su propio marido manejando un automóvil de lujo poco antes de ser contratado como encargado de una playa de estacionamiento. Da lo mismo: a sus clientes, de todos modos, les miente.  

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