miércoles, 1 de abril de 2009

In Memorian



Este marzo ha sido algo triste.  Hace unos días recordaba el 24 de marzo de 1976, a mi madre y al golpe.  Y hoy, con poca sorpresa, recuerdo otro dia, 7 años después del anterior.
Fue el día que Raúl Alfonsín asumió la presidencia.  Esa noche, en el obelisco, se reunió una multitud de gente.  Una orquesta tocaba tango, la gente lo bailaba en la calle.  En otra esquina había algunos tocando folclore y gente danzando una zamba.  Yo me uní a un grupo de chicos, creo que eran del PI a cantar no sé qué canción de Alfonsín. ¡Qué importaba! Todos estábamos muy felices y la alegría nos hermanaba.  Toda la gente saludaba y se abrazaba.
Fue un día de alegría intensa.  Sin duda, el día más feliz de la democracia en estos 25 años.

Dias antes había viajado a 300Km de Buenos Aires para votar por primera vez.  Estaba emocionado.  Al bajar esa tarde de la oficina, en la Avda. 9 de Julio, me recibieron una multitud de chicas muy bonitas con boina roja y faldas mínimas.  A diferencia de la vez anterior, no me sentí "arreado", apenas me dieron unos papeles, no recuerdo bien qué decían distraído como estaba.  Se preparaba una marcha que me enteré al dia siguiente congregó muchísima gente: Alfonsín daba su último discurso antes de la elección.  Y también había "algo" en el ambiente.

La dictadura se caía a pedazos y muy sorpresivamente surgía una voz diferente e inesperada. Una voz que hablaba de Constitución, legalidad, derechos humanos y que se oía firme, certera y segura. Era el doctor Raúl Alfonsín, que había ganado la elección interna del radicalismo.  Meses antes todos descontaban el triunfo del peronismo.  No era algo de lo que se podía dudar.  Pero esa voz y esas palabras fueron aire fresco.  Fueron esperanza.
Yo estrené mi voto con él.

Sé que se equivocó en muchas cosas, pero a la distancia sólo recuerdo a un hombre cabal. Alguien que podía caminar por la calle sin verguenza y que no podía malgastar mucho dinero porque sencillamente no lo tenía.  Eso debería ser común, pero no lo es.
Fue valiente y "cojonudo".  Me causan gracia las bravuconadas de hoy hacia los militares, que están viejos y sin poder.  En ese momento había que ser muy hombre para plantárseles como él lo hizo: desde el coraje pero también desde la legalidad.  Esa fue su mayor lección y fue tan intensa que hoy olvido sus desaciertos.
La otra lección fue la paz.  Luego de años de desencuentros con Chile y casi una guerra, él terminó el conflicto del Beagle y comenzó un proceso que terminó con todos los conflictos limítrofes con Chile y que nos colocó como un país "pacífico".  ¡Vaya buen título para un país que había sido una de las potencias ocupantes en la guerra de la Triple Alianza y había apoyado hipócritamente a los nazis en la segunda guerra!
Es fueron lecciones que dió a toda una sociedad, con hechos y la sociedad las escuchó.  Años después, ante un "planteo" militar, la gente le respondió saliendo toda a la calle.  Salieron los padres y los hijos, las madres y las hijas, los abuelos y los nietos.  Todos habiamos aprendido y seguíamos al líder.  Queriamos y queremos paz.  Queriamos y queremos democracia.
Gracias, entre otras cosas y otras personas, a este SEÑOR, don Raul Alfonsín.

Sigfrido Quiróz



1 comentario:

Inma Arrabal dijo...

A veces se "conecta" con alguien, por azar, por un poema, por unas palabras, y surge una amistad casi sin saber por qué y sin conocerse, pero hay amistad y afinidad, sin embargo ¡qué poco se sabe de esa persona...!
Te admiro, Sigfrid, por tus escritos y por tus vivencias.
Un abrazo,

Inma

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