viernes, 29 de julio de 2011

Sobre Tigres azules - (Jorge Luis Borges)

Será que el tiempo no es continuo.  Será que tengo exacerbada la percepción de sus interrupciones.  Será que en otra vida fui Borges.

Que no soy el único que piensas estas cosas, lo sé.  Pero heme aquí, estoico y cabal, cabalgando la medianía con trote experto y buscando.
Eso.  B u s c a n d o
Y en una de sus interrupciones, el tiempo me choca con algo, en este caso TIGRES AZULES, un cuento publicado en 1978 en La Nacion bajo el título "El milagro perdido" y ahora reeditado por Emecé, junto a sus otros tres últimos cuentos.
Es fácil decir "es el mejor cuento de JLB que leí", pero eso no le haría justicia a mis entrañas, ni a las relecturas, ni al asombro.  Falaz e inexacto como soy, mi opinión sería un espejo erróneo, una balanza sin fiel.
Dejaré que hablen mi pecho y mi estómago, que no saben de renuncios y son creíbles aún cuando fallan.
El protagonista va en búsqueda de un tigre azul que ha sido avistado en el delta del Ganges.  El tigre está presente en la obra de Borges y me llama la atención eso, ya que me recuerda los paralelismos entre JLB y la mitología maya que me contó Alan Mills.  No dá con el  tigre, pero en su lugar encuentra unas atroces piedras azules (del mismo azul que el tigre que soñaba) que se reproducen y desaparecen azarosamente, contraviniendo las leyes elementales del universo.
Abrumado, al final pide se lo libere de esa carga y, para mostrar de la mejor manera lo excelso del cuento, transcribo el final. Huelga cualquier comentario.

"No dormí la noche del 10 de febrero. Al cabo de una caminata que me llevó hasta el alba; traspuse los portales de la mezquita de Vasircán. Era la hora en que la luz no ha rebelado aún los colores. No había un alma en el patio. Sin saber por qué, hundí las manos en el agua de la cisterna. Ya en el recinto, pensé que Dios y Alá son dos nombres de un solo ser inconcebible. Y le pedí en voz alta que me librara de mi carga. Inmóvil, aguardé una contestación.
No oí los pasos. Pero una voz cercana me dijo:
-He venido.
A mi lado estaba el mendigo. Descifré en el crepúsculo el turbante, los ojos apagados, la piel cetrina y la barba gris. No era muy alto.
Me tendió la mano y me dijo, siempre en voz baja:
-Una limosna, protector de los pobres.
Busqué y le respondí:
-No tengo una sola moneda.
-Tienes muchas-  Fue la contestación.
En mi bolsillo derecho estaban las piedras. Saqué una y la dejé caer en la mano hueca. No se oyó el menor ruido.
-Tienes que darme todas. -me dijo-. El que no o ha dado todo no ha dado nada.
Comprendí y le dije:
-Quiero decirte que mi limosna puede ser espantosa.
Me contestó:
-Acaso esa limosna es la única que puedo recibir. He pecado.
Dejé caer todas las piedras en la cóncava mano. Cayeron como en el fondo del mar; sin el rumor más leve.
Después me dijo:
-No sé aún cuál es tu limosna. Pero la mía es espantosa. Te quedas con los días y las noches; con la cordura, con los hábitos; con el mundo.
No oí los pasos del mendigo ciego. Ni lo vi perderse en el alba."

Sigfrido Quiróz
La ilustración es de William Blake, mencionada en el cuento.

2 comentarios:

DUKE dijo...

me encanta borges, su todo en todo es importante sobre todo en sociología. el problema con borges es q a veces se parece en si mismo mucho, y, por ejemplo, este no sé si lo leí o no.saludos.

Sigfrido Quiroz Tognola dijo...

Es cierto que se parece a sí mismo, pero personalmente no creo que ese sea un defecto. Digamos que me gusta un escritor concentrado en las mismas obsesiones. No creo mucho en la originalidad, sino en la búsqueda. Pero acepto que tu opinión puede ser más certera que la mia. Un saludo Duke!

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