martes, 6 de noviembre de 2007

Minutos muertos

Vivir cada minuto como si fuera el último. Carpe Diem. ¡Mi dios, cuanto estrés! Prefiero morirme cada minuto como si fuera el último, es menos exigente y son muchos menos (creo) los que pueden hacer observaciones del tipo "pero cómo se le ocurre morirse así" "que poco estilo para morirse" "siempre fue un tipo de mala muerte", etc., etc., etc.
Además, cada minuto muerto debería tener algún período de luto y de cierto respeto. Con lo cual los fariseos de siempre no tendrían tiempo de criticar sin ser ellos mismos criticados por inoportunos: "¡Cómo va a criticarlo, si se acaba de morir, espere un poquito!" y una vez pasado el tiempo que se considera oportuno, ya habría otro minuto recién fallecido sobre el cual apuntar la inquina pero al que habría que darle unos minutos de respeto... y así sucesivamente, con lo cual la vida sería mucho más llevadera llena de minutos muertos que de minutos vivos.
Claro, no importa lo que haga, siempre estaría matando el tiempo, lo que no suena nada mal habida cuenta del estrés a evitar que mencionaba al principio. La cosa es sencilla: se trata de confundir lo suficiente como para que nadie sepa bien quién se esta muriendo ni cuándo, o mejor dicho: que nadie sepa bien quién está viviendo ni cuándo. Con las excepciones de regla, esto permitiría pasar inadvertido para la gran mayoría. Al menos, claro está, que a uno se le ocurra dejarse de morir los minutos, con lo cual ya no habría más vida para morir, sino muerte para vivir. En ese caso, la discreción es una buena receta. No hay nada peor que una muerte indiscreta. Además de ser inapelable y atemporal, es de mal gusto y ya se sabe, el buen gusto es algo que no se debe perder ni siquiera con la vida... digo con la muerte.
Bien... sería bueno que deje de matar el tiempo...
¿ O no ?

Sigfrido Quiróz Tognola

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