lunes, 3 de junio de 2024

 Mi querido Ignacio Uranga siempre me provoca escalofríos con sus poemas.
Acá va lo suyo, tan de todos.



He visto al amor de esta manera

los que han puesto el corazón en algo o alguien de este mundo

y todo lo que de ello resulta; ciertamente por lo aquí puesto

sus partículas adyacentes, el acercamiento en apariencia: se

acoplan o bien igual que meteoros, igual que estrellas imparables

se desintegran entrando a la vida: todo entero volaba en pedazos

aquello finalmente a lo que le dimos vida, en verdad aquello

finalmente a lo que no le dimos vida nunca: siquiera te

has dado cuenta y te has vuelto triste, tan grande, tan

enormemente triste, igual que esos meteoros, que juntas

las estrellas todas por entero, dentro de vos, los pedazos imparables

dentro de vos sin forma alguna el pensar, es decir, sin forma posible

en verdad, yo, de pronunciarme con alguna certeza, y ahora sin luz

que dé ni dar tampoco adentro de mí, sin un mí mismo incluso

dentro de mí: he visto el amor de esta manera: la estrella blanca.01:

diez, cien, mil veces cada vez: la limpia luz, aquella o esta limpia luz:

he extendido a vos mis manos, he llamado cada día a que inclines

tu oído a mí, a mí tu oído: ciertamente he pensado sin poder pensar

y he pensado sin embargo: los que tenían las piedras en las manos

los que amaban cuanto podían, lo posible de la paz entre las piedras

reposa sobre mí tu ira entera, el reposo de tu ira: lo veo claro ahora:

te regresaría el amor, te regresaría diez, cien, mil veces cada vez el amor

sus partículas adyacentes, la desintegración o acoplamiento de

meteoros en pedazos o estrellas imparables, y es que puedo ver

detrás de los modos, de las maneras: el tiempo que te doy, el tiempo

que me das: ciertamente buscaría yo a dios con esperanza:

ciertamente yo lo buscaría y encomendaría a él mi causa:

la espera de un auténtico milagro, y es que otra vez te regresaría

de nuevo el amor, nuevamente diez, cien, mil veces cada vez

y la estrella blanca .01 otra vez, y las partículas y sus adyacencias

es que claramente ahora pueden verse los que amaban con pedazos

de estrella o meteoros en las manos, con la tristeza levantada, sin

un sí mismo adentro: te regresaría el corazón mal puesto, las cosas

del mundo, todo lo dicho a la inversa, la esfera de confusiones, el

acoplamiento, los pedazos de paz, la vida que nunca pusimos: te

regresaría el amor diez, cien, mil veces cada vez, ahora que es tiempo

ciertamente de recogerse, de recoger apenas lo que nos da este camino


Ignacio Uranga, 2024

sábado, 18 de mayo de 2024


 El último momento

Si me muero,
dejad el balcón abierto.
Federico García Lorca.

vine de un sitio oscuro
pero de eso
me di cuenta cuando vi la luz

supongo que eso es el nacimiento
reconocer de a poco las cosas
darles forma
entender distancias y colores
imaginar un nombre 
creerse que eso que está enfrente es real

me deslizo y engordo

un papel se rasga
el ventilador en el techo que me empuja
los grillos atronando
una frenada lejana
un grito
la conversación, allá lejos,
y millones de mundos alejándose

todo eso junto

y me deslizo
a través de la piel
el sonido del tic toc interminable
y ríos arroyos y arroyuelos
intuídos
misteriosos

los espasmos de algo adentro
que envía una aviso
y me doy por avisado

que es hasta ese lugar
y se termina.

Sig.


miércoles, 4 de diciembre de 2019

Ph: Sigfrido Quiróz


ELOGIO DE LA ANSIEDAD

Existe un día que parece que es igual a todos los demás, pero no.  Después, al día siguiente, todo se acomoda o empieza acomodado y yo me siento, esperando que todo sea tranquilo, y es tranquilo.  Y al otro día me siento de nuevo contento porque todo, al fin,  se normalizó.  Pero no, este día tampoco es igual ni tranquilo.  Así es esta rutina de los días que no son nunca iguales y de cómo espero y me siento a esperar dias tranquilos, sin resultado,  o mejor dicho, con pocos resultados.  No es muy aburrido vivir de esta manera y eso me aburre.  Yo suelo aburrirme fácilmente, o al menos eso creo.  Es difícil definirse uno mismo, aunque a veces me lo dicen.  Que no soy aburrido, digo; o que me aburro fácilmente.  La gente no es muy coherente en sus opiniones.  Eso me molesta mucho porque se parecen a mí.  Preferiría gente distinta, porque son todos iguales.  Iguales a mí, digo, e iguales entre ellos.
A veces también me siento a esperar que la gente actúe distinto, y lo hace, actúa diferente.   Y al día siguiente me siento de nuevo y espero que actúe igual y ese día sí lo hace y todo se encauza y así, al siguiente día me siento (sintiendo y sentado) contento de que al fin todo está igual, pero ese día cambia.  La gente actúa diferente, digo.
El otro día me contaron de un hombre que estaba sentado todo el día esperando que sucediera algo que nunca sucedía, pero justo ese día sucedió. Y al día siguiente estaba muy nervioso porque no sabía si esperar que sucediera de nuevo o no sucediera nunca más.
No hay nada peor que no saber.  No hay nada peor a que sea todo igual.  No hay nada peor a que sea todo distinto.

Sig

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